7/16/2004

No pasa todas las noches. Pero con la suficiente frecuencia para resultar medianamente molesto.
 
Estoy en la cama, con intención de dormir, y bam, entra una línea de pensamiento que ahuyenta el sueño por horas. De nada sirve tratar de cortarlo antes de que se forme totalmente; una vez que empieza, hay que terminar. Y una vez que termina, debo volver a él una y otra y otra vez.
 
Mi problema en este momento, es que no sé hasta qué punto puedo permitirme pensar en ciertas cosas. Como, que extraño a Pepe, tal vez no como pareja, sino como parte integral de mi vida; extraño la cómoda amistad que siempre hubo entre nosotros, incluso en los momentos difíciles. No quiero decir cómodo en el sentido de fácil, sino la comodidad de estar sentado en el sofá, leyendo un buen libro mientras la luz de la tarde calienta los pies.
 
Más que nada, extraño hablar con él.
 
Creo que todo lo anterior es aceptable. Estuvimos juntos durante dos años, y fue una buena relación (o tan buena como pudo ser, tomando en cuenta que terminó); como he comentado antes, tal vez no funcionamos como pareja, pero como gente, funcionamos de maravilla.
 
(Ah, cómo odio no poder expresar lo que siento). Con esto, quiero decir.
 
Sí, me sentía sola.
Sí, siento que me dio por sentado.
Sí, probablemente hubo problemas de comunicación mucho mayores de los que percibo en este momento, siendo un síntoma principal nuestra dislocación sexual, la cual estuvo presente casi desde el principio, y nunca pudimos resolver.
 
Y de ahí deriva todo. Fue el sexo el problema o el síntoma (y creo que fue el síntoma), quizás, cuando él no pudo responder cuando yo, tarada paralítica de la comunicación humana que soy, traté de abordar el problema, y cuando yo interpreté esa incapacidad, ese no puedo, como no quiero, de ahí todo se fue al carajo.
 
¿Causa o síntoma? He tratado de pensarlo con objetividad, y no llego a conclusiones.
 
Por un lado, si el sexo fue la causa y todo se desarrolló a partir de ahí, la vida es una puta mierda.
 
A seguir:
 
Regresemos a diciembre del 2001. Pepe y yo llevamos juntos casi dos meses, prácticamente viviendo juntos. Vaya, para todas las causas, viviendo juntos. Wam bam, un día me siento mal. Tengo fiebre. Tengo una infección renal. La cual, si bien no es mortal ni intratable, fue bastante incómoda para mí, incluyendo más de una semana de fiebres regulares cada 10 horas.
 
Y entonces llego al punto, al puto punto que al parecer cambió mi vida.
 
El doctor: Vas a estar enferma por un par de semanas. Muy enferma. Apenas podrás salir de la cama.
Mi mamá: Ven a la casa mientras estás enferma, yo te cuido.
Pepe: Yo quiero cuidarte. Yo te voy a cuidar.
Yo: Quiero estar con Pepe.
 
Éste es el tipo de recuerdos que me espantan el sueño por horas. Pienso, y vuelvo a pensarlo: ¿qué hubiera pasado, si me hubiera ido a casa de mamá durante mi convalescencia, en vez de volver a casa con Pepe?
 
Pepe me llevó a casa, y me cuidó durante esas dos semanas de enfermedad. El episodio pasó sin mayores aspavientos, y aquí estoy, dos años después y a dos mil kilómetros de distancia, repasándolo. De nada me sirve decirme que después me puse más enferma y él me hubiera tenido que ayudar de cualquier manera, porque fue después de esas dos semanas en diciembre, casi inmediatamente, que empecé a notar que su deseo sexual por mí disminuía. Mi otra enfermedad vino después.
 
De diciembre 2001, salto a febrero 2004. Estamos sentados en el parque, desechando nuestra relación, y él dice: "Nunca dejé de desearte. Tenía miedo de hacerte daño, porque estabas enferma".
 
Y entonces pienso en todas esas veces que me masturbé mientras él estaba en la regadera, y me pregunto cuántas de esas veces él estaba haciendo lo mismo. Me pregunto si se despertaba a media noche y se masturbaba mientras yo dormía, como yo hice tantas veces.
 
¿Le creo que le daba miedo tocarme porque sentía que me podía lastimar? Supongo que sí, pero eso no altera el hecho de que no quiero creerle. Creo que preferiría me hubiera dicho que sí, no me deseaba. Porque si dice la verdad, en primer lugar no entiendo por qué no me lo dijo antes, o por qué no pensó que era importante. En estos últimos meses me he cuestionado si efectivamente "hice todo lo que pude", pero de algo sigo totalmente segura: cuando intenté hablar con él sobre esto, hice un esfuerzo (para mí, sobrehumano), de hablar claramente y de expresar lo importante que era para mí. Y no una, sino varias veces. Recuerdo por lo menos cinco o seis veces distintas que tuvimos alguna variante de la discusión.
 
En cuanto a los cuestionamientos que mencioné arriba con respecto a si hice todo lo que pude: se me han ocurrido muchas cosas que pude haber hecho para salvar la relación a tiempo; ninguna de ellas se me ocurrió en el momento y si así hubiera sido, probablemente no las hubiera considerado honestas. Aquí y ahora, sigo sin considerarlas honestas, pero ahora me pregunto, ¿si hubiera sabido que funcionarían con la seguridad que tengo ahora, y si hubiera sabido lo que pasaría si no hacía algo, lo hubiera hecho?
 
Cuando finalmente le dije que ya no lo amaba y por qué, fue porque así lo sentía. Era demasiado tarde para nosotros, yo ya había tomado toda clase de decisiones y no podía volver atrás. Incluso creo que aunque Tim no hubiera estado en el panorama, habría sido demasiado tarde. Sin embargo, cuando finalmente lo dije, él súbitamente estaba dispuesto a luchar como un tigre, a hacer lo que fuera, con tal de que no me fuera. "Déjame intentar recobrar tu amor". Y lo dijo en serio. Pepe no quería que me fuera; de eso estoy segura. Ahora pienso, si seis meses antes hubiera calculado una escena con los mismos diálogos, aunque yo todavía no me sentía así, todo hubiera estado bien... o habríamos tenido otra oportunidad.
 
Qué gran pinche montón de hubieras. Lo gracioso es, que si Pepe estuviera aquí, me diría que estoy pensando demasiado.
 
Si sólo fue el sexo, es bien pinche triste, eso es lo que quiero decir. Un aspecto relativamente importante de la vida de pareja, pero de ninguna manera el principal. Incontables caminatas, conversaciones, corretizas con la gata, comilonas, videojuegos, besos, bromas tontas, cosquillas, caricias, películas, miradas, gestos, el símbolo que dibujaba en mi frente en momentos especiales (puedo sentir sus dedos en mi frente, dibujando), TODO eso niega que nuestra relación fue un fracaso. Si la falta de sexo de alguna manera permeó e hizo agrio todo lo demás, entonces la vida es una puta mierda y no merece la pena.
 
Y si el precio a pagar es que muchas noches, al cerrar los ojos, de repente me encuentro en el parque México, hablando del mejor guitarrista clásico del país con su cabeza en mi regazo, o sentada en la azotea viendo pasar los aviones, o corriendo en la lluvia para comprar una botella de vino, o cocinando pollitos mientras escuchamos a Piazzola, en ésas ando.
 
Debería estar pensando en todo esto, me pregunto.
 
Lo repaso una y otra vez, y veo que a pesar de los hubieras, no podría haber pasado de otra forma, y sé que todo está bien, y que todo va a estar bien (algo aprendí estando con él), y sin embargo, parece que estoy condenada a expurgarlo parte por parte. Y sí, todavía duele.

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home