5/17/2007

he pasado el día entero apretujando mis carnes con toda la banda (que no olía precisamente a lavanda) en el metrobús, una experiencia que por lo visto me gusta tanto que la repetí unas ocho veces hoy. de mi casa al banco, quedé encajada entre un señor muy alto y muy peludo que me miraba muy fijamente, y un chico con el que quedé de cucharas, se veían como tipos decentes y estoy segura que no era la intención de ninguno de los dos imponérseme a esos extremos, pero es difícil conservar la intimidad cuando vas nariz con nariz, nalga con nalga, codo con codo, con diez mil desconocidos, en fin que la campechanez llegó a tanto que el chico detrás mío ya muy gentilmente me tomaba por los hombros y me ayudaba a comprimirme contra él para que la puerta no me machucara demasiado en cada estación. cuando me bajé ya de plano tuvimos que rodar los dos juntos, fue una vuelta elegante, vaya que hasta cuando me bajé me sentí mal, dije... hemos compartido tanto, estuvimos tan cerca, y no supe ni su nombre.

y como dije gracias a la eficiencia de nuestro contador, debí aventarme ésta unas cuantas veces.... en un día de partido. de tanto en tanto miraba hacia el espejo, arriba, y veía un mar de cabezas, una profusión de camisetas del américa y del cruz azul, ondas de calor y espíritu humano irradiando en todas direcciones, y mi propio rostro perdido e intenso.... no me veía demasiado infeliz, gracias al hecho de venir roqueando fuerte, pero definitivamente sin la ipod no lo hubiera logrado sin algunos desmayos.

¿qué, será tan difícil poner unas pocas unidades más a trabajar en elcorredor Insurgentes maldita sea? ¿es necesario que me tengan que tatuar en los muslos la anatomía de todos los que vienen a mi alrededor? ¿tengo realmente que verle la oreja TAN de cerca a esta señora?

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