el nuevo amante es imperturbable y remoto como las nubes en este cielo tan octubre y tan azul. pasa lista como general despótico y no tiene el menor reparo para indicar, señalar, corregir y reprender todo lo que no es de su completo agrado. hablamos y hablamos desde extremos opuestos de su prístino y perfecto sillón, escuchamos música, él me reta un poco, yo lo mando a volar, me pone nerviosa y él lo sabe. eso le hace pensar que él gana, lo cual a mí tan me parece curioso como me tiene sin cuidado; es mejor siempre dejar que él piense que va ganando, a menos que sea estrictamente necesario demostrar lo contrario. nos caemos en gracia el uno el otro a pesar de que somos tan distintos, a él le escandalizan mis distracciones y mi estado de caos y llamas perpetuas, yo le hago burla por ser un pequeño dictador intolerante.

este nuevo amante es frío y contenido, sin diminutivos ni hadas transparentes, no se nos pierden demasiadas caricias entre los embates y mordiscos nocturnos y el reservado beso de despedida por la mañana. sin embargo esta mente calculadora no es insensible, sabe jugar sus cartas, me planta enfrente un plato de comida caliente y observa con cierta diversión mi aturdimiento ante estos cambios, que un chico me sirva de comer para variar. de la misma manera muy serio se levanta y gruñe de ida y vuelta del clóset para envolverme en un suéter y me dice que debo comer más dulces o me voy a quedar pegada al piso este invierno.

todo esto a mí me viene muy de perlas, me gusta este guey un poco indiferente, un poco lejano, yo me callo y lo observo, le dejo hablar, luego él me deja hablar, ninguno de los dos siente la necesidad de fingir o forzar absolutamente nada más de lo que ya está ahí. para mí esto está más que bien, porque estoy demasiado exhausta para saber o querer explorar lo que siento. sólo quiero seguir y estar bien.